jueves, 6 de septiembre de 2012

El nuevo Mariano y su desierto


Por Ernesto Proaño Vinueza (artista visual)

El nuevo Mariano Aguilera ha recogido, por fin, lo que por tantos años han reclamado los creadores visuales, esto es no circunscribirse a un único premio sino a varias categorías que funcionen como una suerte de becas para producir proyectos, así mismo no ha existido un “comité curatorial” sino un “comité técnico” —figura que ya fue usada en al zur-ich como herramienta de pre-selección—, integrado por Miguel Alvear (artista visual), Trinidad Pérez (historiadora del arte y docente), Melina Wazhima (artista visual), Romina Muñoz (artista visual), y Edgar Vega (teórico de la imagen y docente). Quienes a su vez eligieron el jurado integrado por Nekane Aramburu (curadora y gestora cultural), Javier Duero (curador y gestor cultural) y Manuela Moscoso (curadora y gestora).
Todo muy legal y transparente consignado en una página web donde incluso constan fotos de los jurados en pleno trabajo y el acta notarizada del premio.
Me ha llamado la atención que de las 6 categorías la de “Curaduría” ha sido declarada “desierta”.
En nuestro país (y en el resto del planeta igual), quienes se dedican a esta actividad —la curaduría—, generalmente detentan puestos de poder en museos, centros culturales, galerías e universidades, son los mentalizadores, coordinadores, gestores y delineadores de las políticas del arte. Juzgan, indican, dirimen, enseñan y por su puesto segregan a todos aquellos que no cumplen con sus parámetros o sólo discrepan con sus opiniones, de tal manera que su dictadura es prácticamente absoluta.
Por eso me ha llamado la atención el fallo “desierto”. Ignoro cuántos proyectos en este campo se presentaron, tal vez no mandaron proyectos, pero es sintomático que el casillero esté en blanco, nos deja espacio para reflexionar y sobretodo para reafirmar que siguen siendo los creadores los verdaderos protagonistas del arte. 

El nuevo Mariano: una tomadura de pelo


Por Iván Calvache (artista visual y escénico)

El llamado “Nuevo Mariano Aguilera” ha sido articulado ante el desastre de sus últimas ediciones como una tabla de salvación para emprender nuevas formas, que nos parecen “innovadoras”, pero que desde hace años ya las vienen poniendo en práctica colectivos y grupos independientes en toda América Latina. No hay nada más sencillo que decirle a un artista “tu idea es buena, ejecútala, te damos el dinero”, porque es precisamente esta política de solidaridad lo que han hecho multitud de festivales, encuentros y eventos a lo largo y ancho del continente al margen de la oficialidad y con mínimos recursos, desafiando así por años las bienales y salones estatales donde un jugoso premio único de diez, veinte o hasta cien mil dólares era disputado ferozmente por miriadas de esperanzados creadores.
No es lo mismo, obviamente, que le den a un artista 500 dólares para hacer una obra que probablemente vale cincuenta veces más, que ganarse el “gordo” con una sóla pieza, más el arte no es una piñata sino un proceso donde en la ejecución y experiencia radica su secreto.
El “Nuevo Mariano Aguilera” , bajo la recreación que ha hecho la curadora Ana Rosa Valdez, le ha dado un giro importante a una feria que ya llevaba años de decadencia,  ha mantenido el concepto de “Premio único” bajo el disfraz de “Premio Mariano Aguilera a la trayectoria artística”, pero ya no hace falta mandar obra, sólo ser propuesto.
La otra categoría es “Premio Nuevo Mariano – Becas de Creación e Investigación Artística”, y ahí se han entregado diez galardones. Todos ellos enfocados “más bien en los procesos artísticos emergentes”, como rezan sus bases.
No hace falta ser genio para darse cuenta que esta tomadura de pelo, donde todo el proceso ha sido articulado por una curadora, donde ha existido un “Comité técnico” conformado por artistas, pero donde los que han juzgado han sido curadores extranjeros, no es más que un gesto populista del gran establishment de quienes mantienen con fórceps al arte contemporáneo.
Pero la pregunta aquí es ¿cuánto ganaron los jurados?, ¿cuánto los organizadores?, cuánto se gastó en el “Nuevo Mariano Aguilera”. Con seguridad sale mejor y más lucrativo ser un curador, que puede aspirar a ganar más de 10.000 dólares por ser jurado o gerente de una empresa cultural estatal, que un artista que tiene que competir honradamente contra una multitud de propuestas.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

De cepilladores y arribistas

Por Ernesto Proaño Vinueza (artista visual)

Lo que es Usted, príncipe, lo es por casualidad.
Lo que yo soy, lo soy por mí mismo.
Carta de Beethoven al Príncipe Linchnowsky.

Según el diccionario digital de la Academia de la Lengua la palabra arribista sugiere: Persona que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos. La Wikipedia es más extensa y señala que: La persona arribista agota todas las instancias para alcanzar sus objetivos predeterminados y usa medios poco éticos con tal de lograr obtener lo que quiere en la vida y es insaciable en su sed de poder.

El comportamiento no es nuevo, más bien parece inherente a la conducta humana, todo aquel que quiere «trepar» en una posición social puede adoptar una actitud arribista. Esto quiere decir que para hacerlo tendrá que poner en práctica esas viejas estrategias de cepillar a aquellos que ostentan el poder. «Cepillar» de adular, hacer o decir lo que se cree que puede agradar, tiene su raíz en el acto, como su nombre lo indica, de peinar, acicalar, agazajar al prójimo, pero no con el fin de embellecerlo o limpiarlo sino de hacerle ver lo sumisos que somos con él, tal y como esos monos de los programas de la tele acicalan al macho alfa de la manada para granjearse su protección.

Este comportamiento homínido es más evidente en la burocracia, donde los arribistas abundan y usan sus estrategias de cepillaje con su inmediato superior, y a veces con el superior del superior, con miras a serrucharle el piso al primero. Evidentemente la técnica debe dar resultado, si uno entra a una institución pública y coincide con la aparición del Todopoderoso de turno, se verá enseguida el comportamiento obsequioso y nervioso de los empleados hacia este, probablemente la misma señorita que hasta ese momento nos trataba con un despotistmo total se mostrará sonriente, sumisa y casi se arrodillará ante el subsodicho.

En un estado más avanzado de vasallaje los cepillos se convierten en «esbirros», o sea aquellos que actuan como un perro bravo que muerde al resto pero lame la mano de su amo, probablemente en la empresa pública estos especímenes son los que impiden que el resto llegue al superior y así pueda «trabajar» en paz sin que le molesten los mortales. Pero así como disfrutan de un poder casi ilimitado generalmente son destrozados por sus compañeros de trabajo cuando el gran jefe se va del puesto o pierden su protección.

Todos hemos sido testigos de arribismo, especialmente en las relaciones personales, siempre habrá el familiar que pregunta sobre el estado laboral y económico del novio o novia, su genealogía y lugar de origen, habremos oído del novio que es ingeniero, phd, doctor, «de buena familia», «blanquito», «ojo zarco», «me muero que buen partido el guambra».

El arribismo también es característico de infinidad de artistas, porque el arte también es considerado por muchos como «una carrera», y como toda carrera tiene jefazos y empleados.

Es así como desde las aulas magnas —donde los futuros creadores aprenden las técnicas de su arte— hasta la vida cotidiana, el cepillaje es una manera de «posicionarse como artista». El profesor-artista-crítico laureado va a tener a su alrededor una bandada de alumnos que lo agasajan, y que probablemente luego de graduados sigan teniendo una «amistad» regular con él porque, lógicamente, el profesor-artista-crítico también será jurado, curador o director de alguna institución cultural en el futuro.

Basta ver lo que sucede cuando asoma un curador en una inauguración, todos se apiñan para saludarlo, mimarlo, tocarlo, saben que de él depende su porvenir, más aun si este ostenta un cargo público, suena como el jurado del siguiente concurso, o es extranjero y viene con el aura de «te voy a hacer rico en el primer mundo». Yo he visto a un pintor saltarse casi todas las bancas de un acto público para saludar con el asesor de turno del presidente. Eludirán, eso sí, al artista que ha caído en desgracia frente al poder, ya que así como la «alta sociedad» sólo se codea con la «alta sociedad», los «artistas escogidos» se codean sólo con los «artistas escogidos», todo muy inn, como se dice en argot.

Como el arte suele ser un negocio como cualquier otro los creadores deben cuidar su imagen todo el tiempo, por lo tanto su trato con los críticos, curadores, periodistas, directores de centros culturales, políticos y demás mandamases que les pueden granjear auspicios, críticas favorables y premios debe ser cuidadosamente estudiado, no vaya a ser que caigan en desgracia por una palabra de más.

Son justamente estas actitudes las que alimentan el poder, porque sin arribistas y cepillaje no hubiera abuso y corrupción, sin la adulación a curadores y demás no sufriríamos por su despotismo y arbitrariedad. No faltará el que diga «pero sin los curadores no podemos posicionarnos como artistas», y la pregunta es qué significa «posicionarse», ¿tener una posición?, ¿adoptar una posición?, ¿lograr una posición?, aparentemente los únicos que se «posicionan» cada día más son los propios curadores quienes ganan puestos en la burocracia y buenos sueldos, los creadores no, sólo la caridad que les lanzan desde los ministerios, municipios, universidades, bienales y salones ¿será que posicionarse significa recibir la mayor cantidad de migajas del poder? La pregunta es ¿quiénes tenemos la culpa? Evidentemente los propios artistas.

Elegía del arribismo

Por Iván Calvache (artista visual y escénico)

Después de regresar de la Yoni hace algunos años, a lo primero que me enfrenté en Quito fue al tráfico caótico y sin reglas de mi ciudad, todo aquel que ha vivido algún tiempo en los Estados Unidos se acostumbra al orden que imponen las duras leyes de tránsito y a la forma en que estas se hacen cumplir, sabemos que es imposible discutir con los policías gringos, menos todavía sobornarles. Pero en el Ecuador, si uno comete una infracción, el comunmente llamado «chapa» que muy prepotente y altivo te ha amonestado, siempre deja entrever que existe otra posibilidad para que no te vayas directamente a cana. Y en esto consiste la maravilla de nuestro sistema, tenemos la oportunidad de que no nos caiga todo el peso de la ley si le pasamos un buen billete al policía.

En el arte sucede algo igual, si los concursos fueran estrictamente imparciales ganarían los desconocidos, más como esto es una sociedad de libre mercado, uno puede cabildear durante años con los futuros jueces para tener el chance de ser premiado. Porque seamos francos, no existen mejores obras que otras, sino mejores oportunidades. Por fortuna uno puede llegar a negociar con el crítico, curador, jurado, profesor o funcionario público y lograr beneficios para todos.

El arribismo, aparentemente tan negativo, es fundamental para el arte contemporáneo, la creación no puede ni debe ser un oficio apartado del mundo, los artistas debemos interactuar con la sociedad, transformarla y finalmente ganar fama y fortuna a toda costa, ser un desconocido en el arte no nos conduce a nada.

El diccionario de la Lengua Española dice que arribista se la persona que progresa en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos. Y la wikipedia sataniza el arribismo como una característica negativa que emana del ser humano a causa de las diferencias sociales que existen dentro de la sociedad. Y agrega a modo aleccionador: causa el rechazo de sus pares, debido a la negación de sus raíces y a la vez tampoco es bien aceptado por el círculo social al cual se quiere pertenecer, lo que origina una gran frustración y envidia por parte de quien posee esta característica. / Esto no tiene relación con el natural y sano deseo de progresar en la vida, porque el arribismo busca acceder a una clase superior sin importar los medios que se deban utilizar para lograr su felicidad que se basa en estatus y bienes materiales.

Yo me pregunto ¿es que acaso todos aquellos que han triunfado en el arte no han sido envidiados por sus contemporáneos, y ellos mismos no han envidiado a otros por su éxito? Por supuesto que sí, en el arte, como en toda actividad humana, la piedad es un concepto ajeno. Si Guayasamín no hubiera recibido el Gran Premio de la Bienal de España del gobierno fascista de Franco, en 1952, o aceptado el mecenazgo del multimillonario David Rockefeller ¿hubiera sido famoso a escala continental? No, evidentemente. Y es que lo que se denomina «arribismo» es lo que ya Maquiavelo señaló en su célebre y manoseada frase «el fin justifica los medios», y en ese proceso se aplasta a los demás, se corrompe uno, corrompe al resto, pero se logra el objetivo.

Nuestra cosmovisión cristina occidental apela a los «buenos valores», sin embargo la famosa ética sólo nos conduce a la miseria y el olvido, si alguien detenta el poder hay que aprovechar haciéndose amigo, amante, adulador, lo que sea de ese alguien, puesto que esa persona es un escalón, un instrumento para mejorar nuestras carreras como artistas, si un curador quiere llevarse el crédito por una exposición está en su derecho, así funciona la cosa, nada es gratis, pero ese curador, si nos portamos bien y somos sus amigos (o lo que quiera que seamos), nos llevará a su siguiente muestra en Miami o Madrid, eso es estrategia política o si quieren pueden decirle arribismo.

Arribistas somos todos, somos una sociedad donde es posible hacer cualquier cosa porque todos tenemos un precio, eso hace que sea un mundo más llevadero, imagínense que la siguiente vez que les detenga la policía por manejar borrachos les encierre sin contemplaciones en la cárcel, sin la posibilidad de poder negociar por veinte dólares continuar su vida normal. Un desastre.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El Mariano sí, pero no

Por Iván Calvache (artista visual y escénico)

El Mariano Aguilera es un símbolo del arte ecuatoriano, sus 91 años lo demuestran, aún cuando ha atravezado períodos de crisis sigue vigente, y es que en todas sus convocatorias han participado una gran parte de los artistas importantes de nuestro país, y muchos de ellos han ganado el primer premio cubriéndose de prestigio. Es cierto, no podemos negarlo, que muchos de sus galardonados han desaparecido sin pena ni gloria, pero una gran mayoría son parte de la historia de las artes visuales, basta mencionar a Víctor Mideros, Camilo Egas, Eduardo Kingman, Oswaldo Guayasamín, Diógenes Paredes, Bolívar Mena Franco, Aníbal Villacís, Galo Galecio, Leonardo Tejada, Araceli Gilbert, Oswaldo Viteri, Gilberto Almeida, Mariella García, Nelson Román, Ramiro Jácome, Luigi Stornaiolo, Carlos Rosero, Roberto Jaramillo, entre otros, la lista es grande.
Desde su reedición en el 2002, a cargo de la artista María Elena Machuca, se ha vuelto más controversial y polémico, lo cual es saludable, porque el arte no es exclusivamente belleza sino también movimiento, crítica, contraposición, y los premios y menciones del salón han generado exactamente todo eso, logrando la reflexión no solamente del limitado circuito de artistas y afines, sino de la colectividad en general, y eso siempre es positivo.
Pero en estos ocho años el Mariano también se ha abierto a otras expresiones —ya no sólo ha sido de pintura y escultura—, y tomar ese riesgo es uno de sus méritos, porque no hay muchos espacios para el arte en el Ecuador, realmente hay muy pocos, y los artistas tienen que intentar llegar a todos los que hay porque es lo único que les permite mostrar su obra, e incluso ganar y así catapultarse un poco, y conseguir algo de dinero porque, hablemos con franqueza, el artista también come y casi ninguno vende bien sus obras. Qué mejor que un premio para despreocuparse por un par de años de trabajar en lo que sea y poder crear libremente. ¿No les parece justo?
Sin embargo ahora se critica a los «artistas saloneros», como si esta fuera una categoría inferior, conozco a muchos buenos «artistas saloneros» que trabajan duro y mandan sus obras para ver si mejoran su calidad de vida, salen del anonimato y pueden hacer una exposición digna. ¿Es eso un crimen?
Lo que me parece desatinado es convertir al Salón en Bienal, que sea una edición anual nos ha permitido una continuidad, pero dos años, en aras de una mayor preparación es un absurdo, hay artistas que trabajan una obra cinco o más años, y si esta está terminada y les parece apropiado, la mandan a concursar, me parece cicatería. Por otro lado está la propuesta de Unidad de Investigación del Arte, ¿será esta un mecanismo apropiado para hacer un seguimiento profundo de los artistas y sus obras? ¿Y si esa unidad decide «investigar» sólo a sus amigos, o lo que según sus gustos personales es «arte»?
Considero que esta suerte de «antropología visual» no es una solución a su «crisis», porque si algo ha mantenido el sentido contestario del arte es precisamente su capacidad de evadir la burocracia del estado y ¿qué mayor burocracia que una Unidad, un Comité Técnico, o lo que sea, que con fines casi arqueológicos quieren descubrir el «arte»?
Y finalmente, una exposición retrospectiva está muy bien, pero debe ser permanente, las obras del Mariano son patrimonio de la ciudad y debemos poder verlas siempre, especialmente si ahora se cuenta con espacio enorme como es el del restaurado Hospital Militar.

Un salón efímero

Por Ernesto Proaño Vinueza (artista visual)

Los premios no reflejan el sentido del arte, son reconocimientos que intentan —con dinero— incentivar a los creadores, más los creadores seguirán haciendo lo suyo con o sin estos estímulos. Los premios, generalmente, son una especie de caridad cristiana, el buen samaritano dona una parte de su fortuna para promover a los «pobrecitos artistas», así como otros donan para albergues, guarderías, asilos, etc., y así lavan sus conciencias. El Estado hace lo mismo, reparte premios, becas, sueldos vitalicios, puestos públicos, lo cual tal vez esté bien, pero no es la solución al problema.
El Mariano Aguilera, es verdad, ha premiado a muchos excelentes artistas, pero también a premiado a otros intrascendentes. ¿Quiénes son los que premian? ¿Quiénes los que seleccionan? Ponemos en manos de desconocidos, muchas veces de gente sin demasiada preparación y conocimiento, las obras que creamos con esfuerzo durante años. El Salón Mariano Aguilera, por lo mismo, nunca ha sido nada más que un salón efímero en su repercusión en las artes ecuatorianas, aunque algunos críticos pretendan hacernos creer lo contrario.
Pero finalmente hay vientos de cambio en sus planteamientos, se hace una retrospectiva coherente de las obras premiadas en estos 91 años, y se plantea que una Unidad investigue, profundice, en lo que hasta aquí ningún curador ecuatoriano ha hecho: el acontecer artístico contemporáneo. Y ese simple hecho es un aliciente más poderoso para que muchos creadores imaginen proyectos, desempolven talleres, dinamicen sus propuestas, porque «todo» lo que ocurre en el arte es gestionado por los propios artistas, y eso no cambiará aunque nos inunden de premios.
P.S.: Espero que la llamada Unidad de Investigación del Arte y el Equipo Técnico, no lo conformen los mismos curadores de siempre.